viernes, 22 de febrero de 2013

Capítulo 4


CAPÍTULO CUATRO: EL EXTRANJERO

Dio tres sonoros golpes, y aguardó la respuesta desde el interior. Tras apenas unos segundos, la puerta se abrió. Una de las mujeres a las que había salvado de sus captores se encontraba al otro lado y dedicándole una mirada de inseguridad y sospecha, le permitió pasar.
Aquella puerta daba al bar del burdel. Todos los objetos estaban tal como Álex las recordaba, la gramola continuaba estando al fondo, pegada en la pared, la puerta que llevaba a las habitaciones estaba a su lado; las pocas mesas de roble, que hacían juego con las sillas, se encontraban desperdigadas por el local, que tenía el espacio suficiente para albergar cómodamente unas cuarenta personas, las lámparas seguían tan sucias como la última vez que Álex pisó aquel local. El ambiente era el mismo que aquella vez, salvo por un leve matiz. Nada más poner un pie dentro, todas las personas allí reunidas enmudecieron. No había más que miradas acusadoras, miradas temerosas, desafiantes. Pero ninguna palabra. Incluso el camarero no paraba de mirarle mientras con un trapo acababa de secar las jarras recién limpias. Álex le devolvió la mirada. El pobre hombre detrás de la barra poseía unos ojos pequeños, hundidos en un rostro redondeado, con apenas pelo en la cabeza salvo por un imponente bigote de color negro. El cuerpo del hombre hacía juego con la cara. Su camisa mugrienta no dejaba duda de que el hombre era de buen comer, ya no sólo por las manchas de lo que parecía grasa, si no por lo justa que le quedaba.
Álex, manteniendo la mirada fija en él, se acercó a la barra y colocándose en un hueco que había libre, apoyó el brazo derecho. Levantó la mano, y dijo: - Una jarra de cerveza – dejó de mirar fijamente al camarero y pasó la mirada por todos los presentes. Estaba claro que era el centro de atención.
-¿Tienes dinero? - preguntó el camarero sin moverse un centímetro de su posición.- Porque aquí nadie bebe gratis- dijo soltando una sonora carcajada. El resto del bar se unió.
-¿Te vale el plomo?- Álex echo mano del revólver y lo puso encima de la barra, sin dejar de mirar al camarero. La risa cesó y volvió a aparecer la tensión que hasta hacía un momento parecía que se había desvanecido.
Todo el mundo estaba atento a la situación. Nadie decía nada, nadie se movía; pero todo el mundo estaba listo para desenfundar si fuese necesario. Las frentes de los hombres estaban perladas por el sudor de los nervios. Álex en ese momento se sentía vacío de todo sentimiento, de toda emoción. Un único pensamiento ocupaba su mente. Quería beber, y aquel hombre se lo había negado e iba a pagar por ello. Recapacitando poco a poco, se dio cuenta de que esos pensamientos eran extraños en él. Nunca había actuado sin considerar todas las posibilidades. Y aquella vez lo hizo.
No había vuelta atrás, ahora no podía echarse atrás. Miraba a un lado y a otro con un aire de desafío, - ya que lo he hecho, sigamos- pensó. Todo el mundo le devolvía la mirada. A pesar de los nervios, nadie mostraba miedo. Todo el mundo allí estaba mucho más curtido por el paso de los años y los combates que Álex. Él sólo había tenido un par de días para sumergirse en la realidad que le rodeaba.
Cuando ya parecía que no había otra salida más que el tiroteo, una voz llenó la sala.
-¿No has tenido ya suficientes disparos por hoy soldadito?- preguntó la voz.
Álex buscó con la mirada de dónde provenía la pregunta.
Al fondo del bar, apoyada en la gramola, se encontraba la chica que hacía apenas unos minutos, le había salvado la vida. La chica se incorporó y se fue acercando a él, cruzando por el hueco que los clientes iban abriendo a su paso. Algunos la desnudaban con los ojos, pero la gran mayoría la miraba con respeto.- ¿Quién es esa chica?-se preguntó Álex- ¿y por qué le abren paso?.
Cuando se puso a su altura, la chica le miró a los ojos, bajó por su cuello, su camisa, sus pantalones, y volvió a subir la mirada.
-Pensé que a los soldados del Lord les daban una buena paga- dijo cogiendo el revólver de la barra con ambas manos e inspeccionándolo.-Nada mal, aunque tienes que tener cuidado, éstos se suelen encasquillar- se lo devolvió.
-¿Cómo una chica como tu puede saber tanto de un arma?- Álex lo cogió y se lo guardó.
La chica le dedicó una leve sonrisa.- Veo que no se te escapa ningún detalle. Digamos que es cultura familiar.-
-Una familia un tanto rara en mi opinión si enseñan de armas a una jovencita..-
-Corren tiempos complicados, ¿no crees?.- No dejaban de mirarse a los ojos. Ambos tenían pequeñas sonrisas esbozadas en la cara, pero se notaba que el ambiente continuaba tenso.
-Y que lo digas, acabo de llegar al centro y ya me he tenido que hacer cargo de una patrulla de soldados.-
-Si, pero no has acabado el trabajo.- Estaba claro que se estaba burlando de él. Álex se refunfuño como un crío.- Vamos, no te enfades, lo cierto es que en mucho tiempo nadie había hecho un trabajo así, al menos nadie por su cuenta.-
Álex quiso preguntar, pero la chica se giró dirección a la barra y puso un par de monedas enfrente del camarero.- Sirve una buena jarra de cerveza, que nuestro héroe del día no pase sed.- y se rió. El bar la acompañó. Se volvió de nuevo hacia su salvador. - Veo que guardas muchas preguntas, pero no seas impaciente, acabarás encontrando las respuestas.- Empezó a caminar hacia la puerta junto a la gramola.- Por cierto- dijo sin volverse.- Si quieres empezar por algunas, y conocerme algo más...”personalmente”, mi habitación es la 238, allí podrás encontrarme-. Pasó el umbral de la puerta y se esfumó por las escaleras.
Todo el mundo se había quedado de piedra, incluido Álex. Volvió a ser el centro de atención, pero ahora en la cara de todo el mundo no había nerviosismo, sino una ira de la cual él era el objetivo.
Álex se asustó y sabiendo lo que podía suceder, fue a echar mano de su arma para defenderse. No fue tan rápido como algunos. Antes de poder sacarla ya tenía gente apuntándole.- Otra vez, y en menos de dos horas. Hoy es mi día- tuvo la inteligencia de no decir una palabra y guardárselas para si mismo.
-Si vais a darle una lección, por lo menos que sea limpiamente.-Dijo el camarero desde suposición-
No le disparéis, no vale la pena malgastar una bala. Se ha ganado una paliza, ¿No creéis?.
-Lo cierto es que si, desde que entró con esa camisa y esos pantalones, tenía ganas de darle más de un puñetazo.-comentó uno de los clientes.
Álex se rió, como nunca antes lo había hecho. Todo el mundo se quedó extrañado. Cuando la risa cesó, cogió la jarra de cerveza que le había servido el camarero antes de la condena a linchamiento que propuso y dio un trago. Dejó la jarra en la barra. Suspiró.
-Intentalo- dijo desafiando no sólo al que le había dirigido esa frase, sino a todo el bar.
La reacción no se hizo esperar.
Uno de los allí presentes le lanzó un puñetazo, pero, perjudicado por el alcohol, falló y golpeó al hombre que había justo detrás; el cual no se lo tomó demasiado bien. La respuesta fue una patada, la cual hizo que el hombre que le había golpeado cayese al suelo. Sus amigos no tardaron en saltar de sus asientos e ir directos a por el hombre.

En apenas unos segundos, había dejado de ser Álex contra el bar incluso antes de haber empezado. Ahora era todo el mundo contra todo el mundo y él en el centro de la vorágine.
Si bien es cierto que ahora no era más que el objetivo secundario, seguía siendo un objetivo al fin y al cabo, y no pocos se lo hicieron saber. Álex contaba con la ventaja de estar sobrio y haber recibido un entrenamiento en combate, y demostró dicha ventaja dejando por los suelos a los primeros que intentaron propinarle los primeros golpes. Pero sabía que a la larga saldría mal parado. A pesar de sus puntos fuertes, moverse entre aquella muchedumbre ebria y enfurecida no era tarea sencilla, y a cada borracho que dejaba fuera de combate, aparecían dos amigos para sustituirle.
Álex empezó a notar el cansancio. Sus golpes y respuestas ya no eran tan fluidos cómo antes y sus adversarios cada vez llegaban más cerca. Hasta que sucedió lo inevitable. Un rodillazo en el estómago hizo que le faltase la respiración, y durante apenas un segundo se quedó indefenso, lo justo para que el que se la había propinado le diese un puñetazo.
Esto no le gustó nada, y el hecho de sangrar por el labio menos todavía. La rabia nubló su mente. Ahora solo vivía y respiraba para hacer pagar por ello al que se lo había hecho, y así lo hizo.
Se lanzó de frente y lo placó. Ambos cayeron al suelo. Álex se puso encima y empezó a lanzar puñetazos a la cara. Izquierda, derecha, izquierda, derecha...Su oponente no podía hacer nada más que servir de saco de boxeo.
La sangre hacía ya varios golpes que había empezado a brotar, pero no se detenía. Quería más, y más y más. Quería notar como la vida se le escapaba al hombre. Acababa de matar a cuatro personas, otra más en su contador no significaba más que eso, un número.
Sintió una mano en el hombro, que le hizo parar, levantó la vista de su rival, y antes de poder girarse para ver quien era, la mano se cerró sobre su camisa y tiró de él hacia atrás.
Al segundo siguiente, se encontraba fuera del remolino que se había formado, sentado en el suelo.
Aun perplejo por la sorpresa, apoyó las manos para levantarse, y comprobó que estaba pegajoso.
Miró, y vio que todo el suelo estaba completamente empapado de sangre. Cobró la consciencia de si mismo, y se dio cuenta de lo que había estado a punto de hacer. Se quedó horrorizado de si mismo.
Se puso en pie. Se dio la vuelta para ver quien lo había sacado de allí dentro.
Era un hombre mayor que él. Un gorro de lana ocultaba su pelo, sus ojos eran de un tono marrón oscuro, poseía un rostro proporcionado, una barba de unos días y unos labios finos. Completaban su figura una gabardina marrón oscuro abierta, un jersey gris y pantalones negros. Daba el aspecto de ser un soldado, pero no de Piltruk. Tenía toda la pinta de haber sido destinado desde otra ciudad.
-Gracias por sacarme.- Álex respiró hondo para recuperarse.
-No tienes por qué dármelas, he hecho lo que debía, rescatar a un chico estúpido de lo que sin duda iba a ser su muerte.
No le hacía gracia que le recordasen lo imprudente que había sido, se sentía como un crío.
-Aun así, gracias.
-He visto lo que has hecho ahí fuera con la patrulla y la verdad, salvo lo de quedarte ensimismado con el último, ha sido un buen trabajo. Tienes talento chico y yo se apreciarlo.- A Álex le sorprendieron las palabras del hombre y preguntó:- Antes de que continúes, dime ¿de dónde eres?.
-Como bien has notado, no soy de aquí, pero no creo que importe de dónde sea. Lo que me sorprende es que antes que mi nombre, me hayas preguntado por mi procedencia.-
-El nombre es algo que ahora mismo paso por alto, la última persona que me lo dijo se esfumó tan pronto como vino- Álex sintió un poco de nostalgia por su amigo de los muelles.-
-Lo siento, es normal en una cuidad en guerra, ¿no crees?. La gente viene y va, y sólo nos quedamos nosotros. Lo cierto es que yo tampoco esperaba que me dieses el tuyo.
-Mi nombre es Alexánder, Alexánder Blackhorne.
-A mi me puedes llamar Rizen, así es como se me conoce por este lugar.
-Mucho gusto.- Álex extendió la mano, a lo que el extranjero respondió de igual manera.
-Creo que ahora tu también vas a ser conocido por aquí, no es muy frecuente que una chica como Mina invite a su habitación a alguien, y menos a un recién llegado.
-Le he salvado la vida, eso cuenta para algo, ¿no?.
-Aquí me temo que no, si eres un héroe que va salvando a gente por toda la ciudad, no esperes que te lo paguen después. Mina te salvó porque tuvo la oportunidad y quiso hacerlo, créeme que hay pocos como ella. La próxima vez que te encuentres en una situación como la de hace un rato, más te vale apretar el gatillo, a no ser que quieras ver como uno de los solados termina con tu vida.
-No volveré a fallar.- dijo Álex convencido.
-Esa es la actitud, muchacho, y ahora vete, que te está esperando en su habitación; mientras yo voy a detener la pelea.
Rizen se dio la vuelta, sacó su arma, apuntó al techo y apretó el gatillo. Al instante, todo el revuelo había cesado. El miedo y la incertidumbre habían aparecido en el rostro de los clientes.
-y ahora que estáis todos quietecitos, poneos en pie los que podáis y atended a los heridos, ya se acabó la fiesta por hoy.- El tono de Rizen no dejaba lugar a la vacilación.
Todo el mundo obedeció, y mientras el camarero había sacado una fregona para limpiar el suelo, Álex se dirigió a la puerta por la que había desaparecido la chica.
-Mina, 238- pensó para si mismo.-Mina, 238- volvió a repetir.
Cruzó el umbral de la puerta y subió por las escaleras. A cada escalón se sentía más extraño. Una pequeña sensación de satisfacción le invadió. Mina se había dirigido a él, sólo a él. Y eso había dejado a todo el bar hecho una furia.
Llegó a la habitación 238, puso la mano en el pomo, lo giró y empujó.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Ya estamos con la tension estilo Perdidos, deberia estar prohibido terminar asi los capitulos xD para cuando el siguiente?!

Unknown dijo...

Me gusta mucho. Cuidado con la habitación 238!!!

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