CAPÍTULO CINCO:
parte 1 HABITACIÓN 238
Al cruzar el umbral vio
que no era una habitación que destacase por el mobiliario. Apenas un
armario, una mesita, y una cama ocupaban el espacio entre las cuatro
paredes; todos ellos de caoba, como pudo comprobar al acercarse a
ellos y verlos más de cerca. Sobre la cama había una ventana que
daba a la parte trasera del edificio, cuya única vista era el patio
existente entre este bloque y el siguiente. Echó un vistazo a las
paredes, todas ellas pintadas con un tono pálido, discreto, un tono
que no llamaba la atención y hacía resaltar el mobiliario.
-Qué extraño.- se dijo
a si mismo.- Para ser la habitación de un burdel me parece que posee
algo que no encaja, no da el aspecto del típico rincón de tonos rojos y con apenas luminosidad.- Extrañado, continuó
dando vueltas a la habitación, captando todos los detalles que en la
primera pasada se le hubieran escapado.
Comprobó que las sábanas
de la cama poseían un tacto agradable, suave, cálido. Estaban
perfectamente estiradas, ni una arruga. Los cojines que había sobre
la cama parecía que nadie había apoyado su cabeza en ellos. Por el
rabillo del ojo vio en el suelo lo que parecían zapatillas de
terciopelo, de un color pálido como las paredes de la habitación.
Álex no entendía nada.
Esperaba una serie de objetos, y una serie de sensaciones totalmente
distintas a las que estaba experimentando. Esperaba sentirse
agobiado, intimidado ante la dureza de una típica habitación
destinada únicamente al sexo; pero lo que aquella habitación
transmitía era una sensación de tranquilidad, de paz. Parecía
imposible que en medio de un conflicto como el que se estaba
desarrollando en la ciudad de Piltruk, pudiese quedar un lugar como
este.
-¿Ves algo de tu
interés?-Se asustó al oír aquella pregunta y rápidamente se dio
la vuelta. Dónde antes había una pared, ahora había una mujer
rodeada de vapor y con una toalla que envolvía únicamente su
cabello. Álex se quedó sin habla. Ante sus ojos tenía a la mujer
más hermosa que jamás había visto. No era más alta que él, pero
poseía las proporciones de una de las diosas salidas de sus más
perversas fantasías. Unas piernas torneadas daban paso a una figura
escultural, con una cintura en la que muchos hombres se habrían
dejado gustosos embaucar por su sensual movimiento;
sus pechos, tersos y
firmes, harían perder la razón y el sentido al hombre más santo y célibe que posase la mirada sobre ellos;
unos brazos delgados pero fuertes , terminados en unas manos suaves que acariciaban su suave cuello;
los labios carnosos que dejaban entrever un pequeña sonrisa y unos
ojos azules tan intensos que podían ver hasta el alma completaban
toda la imagen que a Álex le golpeó como una ola gigantesca.