lunes, 27 de mayo de 2013

Capítulo 5 parte 3


CAPÍTULO CINCO: parte 3

Mientras bajaban las escaleras, ninguno de los dos decía una palabra. El bullicio del edificio llenaba el silencio que desde que habían salido de la habitación se había impuesto entre ellos. Apenas era posible distinguir alguna conversación en particular, pero si sobresalían las palabras “Mina” y “desconocido” por encima del resto. Álex no sabía a lo que se iba a enfrentar una vez que llegase allí abajo. Se imaginaba que su recibimiento no sería para nada agradable; se imaginaba como todo el mundo se abalanzaba sobre él para intentar acabar el trabajo de antes. Tenía la esperanza de que sus pensamientos no se cumplieran, pero en aquella situación no se podía asegurar nada.
La mente de Álex trabajaba a un ritmo desenfrenado. Analizaba todas las posibles situaciones y la mejor manera de salir lo más indemne posible. Su nerviosismo era evidente, y Mina lo notó.
-Cuando acabemos de cenar, vete a la habitación y descansa, mañana te encontrarás mejor. Has vivido mucho en muy poco tiempo, y nadie, por mucho que se crea preparado o esté entrenado, puede resistir algo como lo que te ha pasado a ti.- Mina pronunció las palabras con dulzura, pero se dejaba entrever un tono de autoridad, por lo que Álex sólo pudo asentir y decirle que así lo haría.
Llegaron al bar, y se hizo el silencio. Ninguno de los presentes apartaba la mirada de ellos. Las miradas dirigidas a Mina eran de una cierta agresividad, pero no eran pocos los que la miraban con respeto, guardando la distancia. Se notaba que a pesar de su juventud, se había ganado el derecho a estar allí y a que la tratasen como una mujer de pleno derecho, Álex supuso que ella había ayudado a muchos de los que allí estaban presentes. Sin embargo, la gente no compartía los mismos sentimientos hacia Álex. Se notaba una tensión que lentamente iba en aumento. Álex vio como los miedos que había tenido mientras bajaba por las escaleras iban cobrando forma. Decidió que lo más inteligente sería no decir nada. Avanzaron hasta la barra. Álex empezaba a echar de menos el arma que había dejado en la habitación.
-Llegáis a tiempo para la cena, no tardaremos en servirla.
-¿Cuánto es? Se atrevió a decir Álex.- la risa del hombre apaciguó un poco el ambiente.
-Los amigos de Mina son amigos nuestros, y aquí no se cobra. Ayudamos a todo aquel que necesite nuestra ayuda, y más si son ellos los que nos ayudan primero. Hiciste un magnífico trabajo ahí fuera, lástima que cuando sólo te quedaba uno te quedaste parado y tuvo que ir Mina y salvarte el pellejo como a un crío.- volvió a reír, y esta vez acompañado de todo el mundo que en ese momento se encontraba en el lugar. A Álex ya le martirizaba bastante su propia memoria como para que ahora se burlasen de él. No cometió la estupidez de abrir la boca.
-Veo que ya llevas el uniforme.- prosiguió.- Después de cenar si te encuentras con fuerzas, hablaremos de tu ingreso en la resistencia.-tenía una sonrisa de oreja a oreja.
Álex miró inmediatamente a Mina, y ella desvió la mirada. Ahora lo entendía, ella le había metido en aquella situación a propósito. Bueno, ya no podía hacer nada, más que aceptar o rechazar aquella oferta.
-Mejor lo hablaremos mañana en cuanto me levante. Ahora mismo lo único que quiero es cenar y descansar. Han sido unos días un poco duros y necesito pensar en todo lo que ha pasado a lo largo de ellos. Mañana hablaremos sobre su oferta.
Álex estaba mucho más relajado, la gente había dejado de mirarle de aquella manera, al menos ahora sus miradas no eran tan hostiles como antes. Tendría que ganarse su confianza.
-Por cierto, no hemos tenido tiempo de presentarnos, mi nombre es John Wellborn.- el mesero se presentó ofreciendo la mano.
-Alexander Blackhorne.- respondió estrechándole la mano.
-Mucho gusto y bienvenido. Tomad asiento y dentro de unos momentos estará la cena preparada.
Mina y él cogieron unos taburetes y se acomodaron, Álex sentía que ella no le había contado toda la verdad y estaba dispuesto a remediar esa situación. Quería saber todo lo posible acerca del lugar en el que estaba y cuales eran los propósitos reales de la chica. Se sentía utilizado, además de que el escaso tiempo que había pasado con ella no había sido más que una manera de caer en la red que le había tendido, en la trampa. Mina le había dado algo que en ese momento necesitaba y él le había seguido el juego. Ahora la miraba con otros ojos, le gustaba, pero su concepción había cambiado radicalmente.
-Me has mentido.-el tono de Álex reflejaba su frustración.
-¿De verdad te pensabas que a la primera de cambio una chica se iba a lanzar a tus brazos por las buenas?, que ingenuo. Si, te he dado lo que querías tener en ese momento y si, te he mentido pero no en todo. La historia de la foto es cierta, pero no lo que sentí. Te odiaba, como odiaba a todos los que eran como tu. Pero he de admitir que has cambiado.-hizo una pausa, quería dejar que las palabras calasen dentro de la cabeza de Álex.
-¿Y todo lo has deducido porque te di la ropa que llevas?
-Desde el primer momento ya me pareció una situación surrealista, pero reconozco que me ha encantado, justo hasta el momento en que el señor John ha sugerido lo de alistarme por la ropa. Todo encajaba demasiado bien. ¿Todo me iba mal y de repente la situación da media vuelta y tengo una chica espectacular entre mis brazos que dice que le gusto? Demasiado bueno para ser verdad.
-No eres tan tonto como parecías, y has de reconocer que como actriz valgo mucho.- Sonrió y le guiñó un ojo.
La actitud chulesca de la chica le estaba sacando de quicio, pero no movió ni un músculo. Tenía todo el derecho del mundo a comportarse así, su plan había funcionado a las mil maravillas. Decidió tomárselo con humor, no quería amargarse más de lo que ya estaba y al parecer, a partir del día siguiente, casi todo el mundo allí reunido sería su compañero. Además, tendría que buscarse un lugar donde poder dormir y descansar a partir de entonces. Dormir en las calles o en un edificio a punto de caerse no era una imagen muy agradable. Expresó en voz alta sus pensamientos.
-Puedes quedarte en la habitación esta noche, mañana ya te ocuparás de ese problema.
-Cierto.- dijo John metiéndose en la conversación.- Álex no se había dado cuenta de que había desaparecido dirección a la cocina y ahora volvía con la cena.- Ahora es momento de cenar y de relajarse, mañana será otro día.
La comida estaba deliciosa, y más cuando la regó con una buena jarra de cerveza. Sentía como sus problemas se iban haciendo más pequeños. No tardó mucho en terminarse su plato, estaba hambriento.
-Veo que además de buen luchador, eres buen comedor.
-Veo que el sentido del humor no lo pierdes jamás, ¡Ah! Se me olvidaba... Gracias por proponer que me diesen una paliza en lugar de dispararme, te debo una.- el tono irónico era más que evidente.
John soltó una estruendosa carcajada.
-No me lo agradezcas, sabía que no te pasaría nada. Rizen no te quitaba el ojo de encima, y sabía que no permitiría que te pasase nada.
-Así que todo el mundo aquí está compinchado.- Álex bebió un largo trago.
-No te lo tomes a mal. La resistencia necesita todos los miembros que pueda reclutar y no es recomendable ir poniendo carteles por la ciudad; siempre queda mejor si la gente se apunta voluntariamente, nosotros simplemente les ayudamos un poco.- Nada hacía que se le borrase la sonrisa.
-Ya veo, en esta cuidad no te puedes fiar de nadie.- se acabó la jarra de cerveza. El alcohol empezaba a subirle a la cabeza. Todo el mundo lo notó.
-Veo que la bebida no se te da tan bien.- Le dio un golpe en la espalda.
-Hacía tiempo que no bebía de esta manera, será mejor que me vaya a la cama, mañana será otro día.
-Es una buena decisión.- acto seguido, recogió el plato vacío de Álex y se lo llevo a la cocina.
Sabía que hasta el día siguiente no estaría en condiciones de hablar, al menos con la suficiente lucidez. Se levantó del taburete y se dirigió a las escaleras.
-Nos vemos mañana Álex.- le dijo Mina al pasar por su lado.
-Hasta mañana.- Álex no giró ni la cabeza, aun estaba dolido.
Subió las escaleras todo lo recto que pudo, llegó a la habitación y abrió la puerta.
Se sentó al borde de la cama y se quitó las botas. Mientras se iba quitando el cinturón, le asaltaron sentimientos de culpabilidad y vergüenza por todo lo que había pasado hasta aquel instante. Lloró impotente. Había hecho daño a gente inocente, le habían perseguido, se había dejado embaucar, se había hecho esperanzas...
Cogió las botas y las tiró con rabia al otro lado de la habitación. Se secó las lágrimas tan rápido como le habían llegado. Respiró hondo, se calmó.
Se quedó meditando al borde de la cama, sin moverse. Le daba vueltas a todo. Su pasado, sus presente, y lo que le depararía el futuro si aceptaba la invitación de unirse a la resistencia, así como si no lo hacía. Lo vio claro, si quería seguir adelante, tenía que dejar a un lado todo lo que había pasado; no olvidarlo, pero si apartarlo. Ya no era un soldado. Cierto era que había hecho daño, pero ahora tenía la posibilidad de redimirse de ese pecado.
En cuanto a lo de haber sido utilizado, no pudo más que reírse, había sido un ingenuo al haber caído en algo así. Había actuado como un tonto, y lo había pagado. Decidió olvidarlo, más le valía confiar en la gente de aquel edificio, y más si se iba a unir a la resistencia.
-¿De verdad me quiero unir?.- se preguntó a si mismo, no estaba seguro. No tenía muchas más opciones, era eso, o ser un lobo solitario, y aquella segunda opción no incluía comida ni alojamiento. Se dejó caer sobre la cama y dejó escapar una sonrisa.
-Vaya un comportamiento más materialista.- dijo en voz alta. - Ya ni piensas en todo el bien que le podrías hacer a la gente de esta ciudad si te unes, sólo piensas en el camino que sería más fácil para ti.- Estaba autocriticándose. Aquel pensamiento le había venido inconscientemente y se sorprendió de lo materialista que había sido. Pero por muy egoísta que fuera ese pensamiento, no estaba exento de verdad. Si quería ayudar a alguien, primero que fuese a él mismo, más tarde vendría el resto de gente.
Acabó de desnudarse, quedando de nuevo en calzoncillos en esa habitación. Se acostó con las manos entrelazadas detrás de la cabeza. Ya había pensado lo suficiente, y ya había tomado una decisión. Iba a unirse a ellos, era la opción que más le gustaba.
-No.- se dijo a si mismo.- Es la opción correcta.
Poco a poco fue despejando su mente, ya no se sentía tan mal como hacía unos momentos, cuando se había echado las manos a la cara para llorar. Ahora todos sus sentimientos y pensamientos habían dejado de agobiarle. Era un hombre nuevo, e iba a empezar una nueva vida.
Esta nueva tranquilidad fue haciendo que los párpados le pesasen cada vez más. Decidió no resistirse y se quedó dormido.

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